El Ángel anunció a María, y Ella concibió por obra y gracia del Espíritu Santo. En ese mismo instante el Verbo de Dios se hizo carne y nos mostró la dignidad tan grande de la raza humana ya que, desde el mismo instante de la concepción se nos da un alma destinada a la eternidad. Por eso, cada vez que alguien interrumpe un embarazo, o sea, aborta, un ser humano es privado del tiempo al que estaba destinado en este mundo para madurar. La esperanza es que Dios Padre los acoja entre sus brazos y compense todo el desamor del que fueron objeto.
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